viernes, 27 de agosto de 2010

Momento penoso. Penoso y triste...

Hace unas cuantas noches, salíamos de cenar cuando decidimos ir a tomar un helado. Aparcamos y de repente me di cuenta de estaba en silencio mirando por la ventanilla mientras decidía a qué terraza ir. Evidentemente desde el coche no se veían las cartas, ni se escuchaba la música de cada heladería, ni se veían los sabores de los helados,... Pero se veían las sillas.

Me pareció tremendo volver en mí y darme cuenta de que estaba encerrada en el coche eligiendo en qué terraza sentarme según sus sillas. Todas me parecían pequeñas, minúsculas, seguramente más pequeñas de lo que eran en realidad, pero llega un momento que la realidad y la paranoia (porque llegan a ser paranoias) se mezclan.

No había ni una sola terraza que ofreciera sillas sin apoyabrazos, ya no digo sillas más grandes o pequeñas, sólo que no tengan "límites".

Fue mi marido quien decidió dónde sentarnos. Yo no quería, le dije de tomar el helado paseando, incluso sentados en uno de los banquitos de la plaza. Pero me dijo que de eso nada, que yo me sentaba en una silla. Evidentemente elegí la más al fondo, la silla pegada a la pared, como siempre, para que me vean lo menos posible.

Me senté y... CABÍA!!! Parecía una niña chica. Tuve la misma reacción que mi hija cuando se dió cuenta de que flotaba con los manguitos. Incredulidad. No dejaba de repetir que cabía, es más, que era cómoda!!!

Tengo ganas de vivir sin miedo.
Sin miedo a no caber en un silla o romperla.
Sin miedo a no cansarme si intento ir andando a algún sitio.
Sin miedo a ir a comprar ropa y acabar llorando en el probador porque la talla más grande no me viene.
Sin miedo a ir a la piscina y sentirme el centro del universo porque todo el mundo te mira.
Sin miedo a bailar en público.
Sin miedo a ser una más, porque no me siento una más.
Sin miedo a que hieran a mi hija con cualquier comentario sobre mi físico.

El miedo coarta la libertad. Así que lo que quiero es VIVIR LIBRE.

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